Me encontré abajo de la llovizna
deshilachándome en
Antártida Argentina y Rafael Obligado
Sin entender cómo se mezclan
todos los tonos que te forman
Dos más camino para abajo
con la voz embalsamada
''A nadie le digas",
a nadie le digas que no sé 
cómo anticiparme al
tejemaneje del domingo
a nadie le digas
que me desarma la vista
panorámica de todo lo tuyo
haciéndote llover
torrencial
sobre mí
Si tu esbozo ya me precipita
al empape estando tan permeable
en Saavedra y Santiago del Estero,
me busco un toldo,
por ahí.
La ducha pierde,
Arrabal Amargo
decís
entre la naturaleza muerta
de la ropa y,
quien te dice,
la vergüenza.

La ceniza
envuelve la fiesta de la brasa
mientras me fumo el cigarrillo
y pienso que
es bueno saber que
es de día aunque la persiana
esté baja,
otra cosa sin cerrar,
otra incertidumbre más,
sería el colmo.

Las granadas son frutas ácidas
y yo tengo que comerlas,
decís
yo confirmo
que sos como las formas
que gesta la brasa.



Quién más Recibe con la palma abierta Todos los tramontina en punta Flaqueados por la pinta Y tu ambigüedad. Cuando a la noche La avenida te amuralla Y te siento las piernas No me interesa el filo Que me puedas prometer. Quien más por lo menos en esta avenida
I
Estoy sentada en el piso
De una habitación
Esperando que vuelva la luz. 
Las velas en 
frascos vacíos de Nescafé
orquestan algún tipo de 
cliché que no me gana. 
Tengo ganas de coger
Lo que dure el corte de luz
O más, no sé.
Por eso estoy sin abrigo
Aunque tiemble.
II
Si agarro la taza con las dos manos
La taza con caldo que quema
Siento que tomo desde el cáliz
de la parroquia del barrio.
Y con las velas
Me acuerdo de alguna fecha cristiana
Me acuerdo de una mujer
Llorando en la oscuridad de la iglesia
Con una vela en la mano
Recibía la cera caliente. ‘
Lo soportaba muda
Por dios
Por su cáncer de hospital público.
Yo lo hago por el poema.
Pienso también que algunos Sexos
son poemas forzados
y cera caliente cayendo en
La cara.

III
Me calcé el exoesqueleto
Como una faca
Me lo clavé
En donde me da vergüenza
Hay que tapar la porquería
Escribirla
En los cortes de luz
Y que les caiga como una
Catarata-a-los-caretas
Que tragan del cáliz del
Cliché que no me gana
El del conflicto del tipo
Garúa
Del tipo, lluvia de mierda
Lluvia que apenas hace
Algo.

IV
Se prendió el velador
Acabo
El poema
Acabo el pucho
Acabo
Yo y en un gemido
Largo
Derroto al exoesqueleto
se escarchan las 
palabras
cualquier término que 
elijas 
en los términos que elijas
y de antemano
el paisaje de apartes
(peldaño a peldaño, 
escalera del subte)
 va degollando 
una a una
las salidas,

no es 
el no remunerativo
que perdiste este mes
que no alcance.
o es
 la infancia a los tumbos 
ni la imagen propia
de la hermosura
moldeada a sopapos;
la que atrae,
se resuelve como enigma y
nada más. 

Es todo
lo que estalla 
medio mudo y afiebrado, 
hasta que no
hasta que una tuca 
te quema los dedos y
decís:
qué bien que están las cosas.

como enredadera
trepadora
plaga de agua
se cuelan las gotas
por el vestido dominguero

tajéandolo-todo
sin filo
tajéandola-toda la
imperbeabilidad
de la piel del
escote en caída libre

un lago con el
nombre propio de mi ombligo.

(si se humedece el cigarrillo
y el vestido se empapa,
la imagen romántica
de fumar abajo de la lluvia
ya no tiene sentido)
es de noche por otoño
esquivo
paseos de perros
guevaristas
estudiantes
parejitas
Al final Ayacucho
me expulsa a la avenida,
un parto seco que no entiendo.
No sé cómo
aguanté
seis o treinta horas,
no sé cuándo
desarrollé esta capacidad
de nadar entre la gente
y estudiantes de Económicas.

II
Me acuerdo del santiagueño que me dijo
que para escribir un poema
tenía que tener el ''corazón roto''.
La ciudad, la jornada,
me rompió el corazón y el orto
de una sola estocada.
Con la boca de subte que anochece
me alcanza para el poema.

III
Soy una especie de Rambo sensible
que vuelve a la casa después de
esquivar el molinete del subte
y darle un codazo en la espalda
a una cheta al mismo tiempo.

Me torean como náusea
las ganas de llorar
si pienso en todos los pasajeros
llegando a sus casas.

IV
Qué divertido debe ser
trabajar de tejedor,
del que teje la imagen del 161
estrellándose un poquito
en el espejo del auto
del tipo que estacionó a
un metro del cordón.
Que me tejan una red de contención
por favor,
no quiero escribir un poema
sobre ésto.


Dos y media
Ojalá nunca pare de
Llover
De mojarse las baldozas,
De arruinarse la ropa colgada.
Espero que no pare este jueguito
De egos entre la tormenta
Y yo.
Quién llueve más
Quién tiene más talento para
Estremecerte. 

I
el calor camina conmigo
me muerde la nuca

qué choto
decís cruzando Córdoba
escuchando mi presentación
las cosas de la casa
y mi crecimiento

la ternura de
contar tantos golpes en el mentón
como si fueran noticias
buenas

la ternura de
dos desplumados
agarrándose el mentón
con los ojos cerrados

II

epopeya en diez cuadras

una piba y un pibe
devorándose
uno arriba del otro
en una esquina

mi mochila chorrea restos de mate
que no tomamos
sin azúcar no
amargo no,
mi hombro manchado
por la mugre del 184

girando las llaves
salto sobre L
vino del sur
vino contenta
está enamorada, por fin,
de ella

III

No me trago el día
ni las casualidades
si tengo una pasta
nuez tabaco chocolate
en la boca

Parecen tiros
dice T.
No, son fuegos artificiales
qué festejan?

lo que les queda
respondo

IV

un poema feliz,
es ésto.

más que la ducha desde atrás
a media sombra
no saber qué hora es
de día
de noche
con persianas cerradas
pensar cuanta gente estuvo aca
gritó antes
que yo
en cuántas horas tengo que
tomarme el subte
doblar llegar al trabajo
con la misma ropa

más que si te vas si te quedas
si tenemos un lugar
un ratito
si el poema es o no
mi escupidera personal

más que todo
me aterroriza
más que todo
los ojitos negros
que se abren
Era dueña de un pug,
Bautizado "Goulash"
Que todo lo cagaba,
Lo celebrábamos con las
Piernas abiertas, cruzadas.

Comía sandía en Ayacucho y Corrientes,
Me tragaba las semillas sin gesto.

Me despedazabas con las fauces
De a mordidas
La carne que después reacomodabas
Al antojo de tu angustia

(Todo ésto soñé en intervalos de 15 minutos sin saber si era de día o de noche)


No tengo ni un año de aportes en Anses y ya parí hijos muertos
Ya me la dí me la dieron
Más veces que la gula

No tengo ni un año de aportes en Anses
Con 9 horas lunes a viernes que
No me dejan llorar


No llego a uno y ya soy
Un durazno que se pasó
De vivo.
La podredumbre

Todo esto es:
La edad de Piedra
Sin un año de aportes
Sin llorar

Alguien que ponga un colchón
Cuando impacte y las mosquitas
Vengan a buscar la parte dulce
Del durazno

-

te doy media hora o lo que dures
con otra
porque, lo sé
no es tan divertido.

mientras yo me trago
malbec como brea,
tengo que dormir.

afuera y adentro
los pibes corren picadas,
alguno se la dará en la esquina
se quebrará los huesos
como yo

no me importa si te agarran otras
piernas
lengua
saliva
el derrotero es que acá
no estén las tuyas
para jugar al Caronte
conmigo.

-

si prestabas atención
me gustaba más el ventanal
que el orgasmo como tramontina
en el ombligo

lo llevo intacto hasta que retuerce
y el gusto metálico en la boca
es la historia
que no termina de vaciarse

soy totémica
me endioso
a los ojos
de los que se enamoraron
de la tristeza
del fumar desnuda
en una cama que quiero dejar ya

siempre el ventanal
el sueño inmediato
y mi espacio minúsculo
donde soy inmensa 

Los pibes del deposito

Ayacucho es el purgatorio
de los que agradecen las patadas en el
culo de nueve a
seis
son los ojos de los
tres perros que pasea un tipo
de piel naranja mientras salen
los pibes, por la puerta de atras

con chomba azul,
un lindo contraste para ver


yo estoy parada, cansada del correlato
entre la consumicion del pucho
y mi paciencia frente al contraste de adentro,
que no es lindo para ver

salen los pibes con olor a plastico,
llegan con olor a colonia y gel
pero salen con olor a plastico y una
nausea que llevan como trofeo
de la jornada cumplida, de la semana
perdida

como en tribu
me miran el culo en el reflejo de
la puerta de vidrio.
se los permito porque despues me miran
con modestia, los ojos se les delinean con la mugre
y porque
soy como ellos
porque yo tambien los miro, los culos
marcados, cagados a patadas
un par de zapatazo, de marca por hora
y el mio es igual
el de todos es igual.
mas, menos marcado.

me miran cruzando la calle
comentan,
me miran
los miro
miro al otro que se va
el saludo
las sienes que se embisten
la sonrisa
no complace
esperar el portero
avisar que soy yo
que vuelvo a trabajar
que tarde poco que cumpli
y los miro por atras,
los veo sin mirarlos
y entonces
de
golpe

los ojos convergen en un solo punto de fuga
sabemos que desde esa perspectiva
ayacucho sera nuestra
y un solo culo
va a ser el
cagado a patadas.


Estoy convencida de que
tengo una vena desierta que
sólo se activa cuando la pulsión
'autodestructiva' la embiste.
Se le abren grietas.
Aparecen estrías, como si creciera.
De pronto es el crecimiento más
siniestro, casi a la fuerza, casi aceptando
al torrente poronga del barrio.

Cuando se me empapa la vena
no me importa si
hundo el pie en un charco
si fumo tres de veinte al hilo
si aumentaron
si de golpe estalla mi cráneo contra una pared
si se me vuelve fantochesca la mueca
abajo de una garúa pedorra
entre colectivo y colectivo
entre destino y destino.
Soy la mejor caricatura de mí misma
con una migraña que no para de torearme.

Repito, me empapa. La autodestrucción y la lluvia,
soy perversa,
soy el saco de boxeo de Avenida de Mayo,
vengan a apostar.

Un rato y sale el sol. Sigue lloviendo pero es como si saliera.
Soy de hule, soy orgánica, me desarmo dósil
en un vaivén de extremos del ánimo.
Caigo de a pedazos y me rearmo o me rearman,
porque no hay tiempo para las escenas,
porque hay un escenario y tengo que salir
cuando el chofer me pregunta
'de cuánto me dijiste?'

-

Perdí un gran poema.
Tenía la lava del verso rebalsándose en la boca y no lo escribí.
No lo hice porque estaba en el colectivo,
en la hilera de asientos del fondo
donde se teje una especie de red tácita
con olor a gel
y a sudor
y a fábrica
catálogo cosmético
tinta
monedas.
Sin embargo me invadió la paranoia cuando decidí
no escribir el verso:
no quería que el hombre de al lado lo leyera.


Perdí un gran poema
y toda la confianza de los pasajeros
de
la
hilera del fondo.

MF


A mí me parió un útero de hombre
en un parto fúnebre.
Me despabiló el golpe seco
que enseguida metamorfoseó
en nudo en la garganta.
Y después: 
la misma garganta roja y desgarrada 
de tanto gritar
la voz de
los callados. 

Cómo no ser hija tuya 
si lo atravesás todo
como te atravesaron a vos.
Uno el atravesarse más hermoso, 
el otro el más cagón, el más patrón. 
Ahora: tu sangre en la nuestra, 
tu sangre en sus manos,
avanza en la calle 
embistiendo 
y despertando. 

No estás en la memoria, 
estás en todas partes;
vos no desertás,
nosotros no abandonamos. 

Me pariste Mariano,
el día que tiraron.

Muerdo una manzana;
(Manzana simple, sin ningún tipo de
Simbología sobre dioses y hippies
desnudos fuma opio)

La muerdo y en ese instante
Del devorar desgarro
su tejido orgánico-frutal

Pienso:
Cómo me gustaría
Mandar la lectura romántica
Un par de veces al carajo y
Comer una manzana en paz.
Re-pienso:
Y que quiero despedazarte
Con esta ternura y estos
modos de costurera.
De a poco, lento,
Disgregando cada parte.
Volver a armarte a mi antojo,
Volver a quererte a mi antojo.

Mi percepción es un telón
Que me rodea
Quiero, desgarrarlo también,
Con los dientes
Y con cada crack desafiar
Al instante próximo.
Plantarme con sonrisa maleva,
Segura de que estoy quebrando
La esclavitud de la probabilidad,
De la incertidumbre estancada
Que se pudre en algún hueco
De mi paciencia. 
Y nacen pensamientos moluscos,
Como tontos o dormidos
O vivos y con suerte
Y día de sol y gloria y
De golpe un hedor
Nauseabundo:
Otra vez la incertidumbre
que se empantana en el pozo
entre la acción y la inacción. 



Confío en los días de catástrofe,
Donde el suelo se vuelve filo y
Hay que caminar muy derecho,
Con un paso sólido, ceméntico,
Rotundo;
Para no rebanarse de una resbalada
Los pies.

No hay oportunidad para bibicletear
Y, de todas maneras, no sé andar en bicicleta
Pero se manipular, y eso es una bicicleteada mental
Y perversa, rotundamente perversa.

Me levantan de a poco con sus modos de pala
Soy tierra mojada lista para ser tomada y lanzada
Un par de metros al cielo,
Un par de metros lejos.
Me dispongo repartida en granulitos
A lo que la inercia,
Las leyes de la física
Quieran.

Es entonces cuando veo,
Muy de lejos
(la imagen parece diluida),
Que atravesé el día catástrofe
Con las plantas de mis pies
 completamente sanas.


De golpe son canaletas mis extremidades
 y viaja algo así como un esperar.
Cada nervio es un interludio de,
 un descanso
para darle paso al preludio eterno de.
Sólo se esperar,
acomodarme en la silla y
mirar el tubo fluorescente.
Las revistas viejas,
el bidón de agua.
Soy un poco:
Una linda imagen para ver,
porque mi conflicto es tierno
y orgánico, pero muerde inmaduro.
 Un derrotero extensísimo y mediato,
plumas que se desprenden cruzando
Ayacucho. 

Somos una fuga de la sangre arsénica que dibuja los ríos, que son las veredas caminadas, de todos los barrios vampiros. De nuestros barrios que sólo se despiertan de noche.

teame/mo pero me vaciaste. Me viciaste, organizaste bailes forzados y…yo no bailo. Yo miro, distraigo a los que bailan.

Te juro sin cruzar los dedos que traté de asfaltar tus rutas encefálicas, para ahorrarte el bache en tu circuito mental que te conduce a ese estrellarte recurrente. Intenté cauterizar los pozos donde la brea erupcionaba enojada; pero mis métodos de peón cariño no alcanzan y me salpiqué con brea, con cal viva y muerta. Me comieron la piel, me bebieron la sangre.

Se que existe un antídoto: el anagrama de tu nombre escrito con huesos rotos. Son los huesos quebrados del cuerpo, apenas tibio, de las mañanas en colchones separados y sin besos, sin desayuno apurado.

Yo quería que te quisieras; que consideraras el canibalismo frente a tu reflejo en un espejo. Yo quería ser ese espejo, reciclar tu enojo y devolvértelo quieto, puro, como signo de algo vivo y no de brea seca. Todo eso porque teame/mo y me pusiste una corona de astillas de huesos rotos. La sangre me cae a chorros y te veo, a través de la catarata, como en hileras verticales, entrecortado, hasta distante.

Puedo entender que yo también fui brea; te broté de adentro, fui tu truco más lindo, tu signo más vivo, y me enfrié contra el piso del barrio vampiro que sólo se despierta de noche. 
La poesía debería resignificar las palabras

firmo algo que no existe hasta que lo firmo,
pongo el mundo entre comillas,
relativizo,
contemplo mil lecturas y elijo la mía;
corto con espadas dialécticas el ego ajeno
y el mío propio.

La poesía resignifica la decapitación. 
creo que si ahora cierro el puño se quiebran todos los huesos de mi mano
creo que se cristaliza cada fractura
creo que es un dolor tibio, constante, se pierde

Fotografía

Marisol Estevez ama su trabajo. La eligieron hace un par de meses porque la foto en su Currículum Vitae era la más simpática. De hecho es encantadora; Marisol es un pedazo de algodón, una caja de crayones, unas botas para lluvia con colores chillones, una sonrisa con dientes burguesamente cuidados.
Los colores de la sala se iluminan cuando entra, es decir, ella los ve radiantes. Acelerada, parece; Enérgica, radioactiva, alunada, ¡una cosmovisión elevada! Hay nenes desparramados en la alfombra, Marisol Estevez se infla y suspira ante ese rompecabezas bobo que ella se encarga de armar e inventar, y limpiar su pañal y decirle que 'NO NO NO, eso no se toca', y arroparlo, y formarlo, educarlo. Marisol es una maestra que construye un vientre materno de cuatro parede.
Uno de los niños estornuda, se llena de mocos jóvenes la cara. Ay mi chiquito, vení que te limpio. Se apura con una agilidad y encanto que dejan a las hadas madrinas como viejas bastardas y borrachas. Todavía enérgica, le limpia la nariz en el baño. El nene contento, sale, entra a la sala. Ella se queda un momento adelante del espejo. Es linda, tiene cara de publicidad de obra social: el pelo sano, la piel suave, los ojos grandes. Los ojos demasido grandes. Se mira más de cerca... Oh por dios ¡ella también tiene la nariz manchada! Manchada de polvo blanco.

Toros

Tres hombres en una esquina
sostienen sus cascos
-de estética dramaturga-
minotáuricos.
Se ríen de la propia torpeza condicionada
por el peso de sus cabezas;
se balancean por ellas, pierden el equilibrio;
¡El mareo! Vomitan por ellas
bilis ácida en el cordón de la vereda.
Son tres toros bobos: estúpidos del cuello para abajo.
Los machos estrogenados son leudantes -al principio-
cuando otro miembro aparece en el grupo:
inflan el pecho como palomos malevos.
Pero en realidad, son macanudos.
De palomos tienen la plaza gris,
arquitectura que dibuja el acelere
de los hombres normales, mortales,
que,
a su manera,
son vacas criadas para darle
de
comer
a
otro
se celebran dionisíacas 

mutilando sus miembros
que caen enmierdándose de palomas
y ruidos de tren

Hay cosas todavía más ridículas que bailar el Meneaito en las fiestas de quince o ver Gran Hermano 2014
Por qué ese elitismo del ridículo, poetas elitistas? Es ridículo mostrar sus medallas y ver quién es más patético; es ridículo su haiku de sinónimos de pito. Ya nadie escribe sobre lo ridículo que es pintarse los labios de rojo o sentarse en una sala de espera; comprarse un pez naranja o pedir dos pesos con SUBE sin decir por favor.
Por qué limitarse al delivery, el café, los forros, la cocaína? Por qué reducir la inocencia a la elección del color del encendedor? Por qué!? Si hay tantas palabras y cosas y actos y cosas y todo. Por qué ese elitismo entre mil comillas independiente? Independiente de qué? De ustedes? Ustedes dependientes de su propio fetiche, de un muñequito hecho de azúcar o alpargata o patacones.
Es culpa de ustedes. Basta de buscar lo copado. ¡Lo copado no es copado! Ya la palabra es boba, es un tarjetero de San Bernardo, tiene anteojos de sol a la noche y peinado de lemon pie hecho con gel. Y, por supuesto, baila el Meneaito en las fiestas de quince.
hoy esuché a un seguridad decir que el frío es psicológico, lo dijo como si estuviera arriba de un caballito viril y recordé a las chicas de cabaretera audacia cuando salen en pollera con este frío
puedo afirmar que
la vista cuadriculada que enmarca mi ventana quiebra la perspectiva en cientos de pedazos. Son partes de cielo o telón o artificio que enciende la luz de a poco.
Me ahoga un resfrío déspota que mi fiebre se encarga de desafiar, la guerra callada de gérmenes copulando por todo el cuerpo mío y mis extensiones que son las sábanas y los pañuelos de tela, gérmenes que son desalojados de sus hoteles.
Puedo asegurar que
veo patios vecinos y no estoy segura de por qué hay un pino y una palmera compartiendo el mismo jardín , cuándo la naturaleza se enquilombó de tal manera, no estoy segura.
Se que tengo la boca cortajeada, los labios como tierra seca; las palabras son cascotes viejos y el silencio césped de plaza municipal.
la pretérita proxémica entre su palabrería y sus actos era tan retórica que se me atragantaba la náusea en un lavarropas hepáticamente patético
Puedo convertir esta noche, esta noche individual,
en miles de noches de calendario abierto;
puedo dilatar cada segundo, estirarlo a tres horas;
no es pausa, es el tiempo que corre por horas,
es la eternidad que configuro a mi gusto
mientras vagabundeo sentada en un asiento.

cuando la noche, vangoghesca azul, eléctrica,
se enfría y se arrastra alcanzando el reflejo en la ventana
-a partir del cual entiendo que soy un arlequín de labios finos-
invento un artificio de escape quieto
envuelta en pedazos viejos de frazadas
que me abrigan la piel impermeable,
mi sangre brota de todos los poros,
es la sangre abecedaria, la invisible.
Me levanto chorreando, hemorrágica.

Dejo lagunas de sangre invisible en el 343.
Tipo de 40 aprox. leyendo sentado un comic de Batman con su hija pequeña en el otro asiento; una vieja parada. La lógica/ética de la jungla de un bondi no tiene respuestas. Pero un pibe sí y por eso se para y le dice al tipo que se deje de joder y que siente a la niña en sus piernas para que la vieja se pueda sentar.
O sea, a Batman le cabió y hay un nuevo superhombre en el 343.

fábula

Con gestos mamíferos seres grotescos-ni hombres ni animales- discuten

-Somos el color que los hombres no quieren ver! Somos la carne del asesor de toda muerte violenta! La espina que sangra desde siempre.
-No creo que podamos...
-Podamos qué?
-Hacerlo
-Hacer qué?
-Comerlas. Las entrañas. De la luna. Hoy no está llena, sería un desperdicio enviar a las tropas por un cuarto menguante.
-Ja! Curioso...esta noche el satélite bobo se me hace pretencioso...
-El zorro y las uvas, señor

**

cosmovisión mamarrachesca trazada
por un hilo
una lana
estampada contra un papel arrugado
obligada
sometida
torturada
y un día

una mano levanta uno de los extremos y
lo desdibuja

Otra de los Ocampo

Celina Ocampo interrumpe la escena maestra de Manuel Ocampo. Lo espía con muda inquietud desde el arco de la cocina: sentado en un piso histéricamente limpio - con baldosas de unos años 40, década respetada por el matrimonio-, calculadamente despeinado y con tres botones de la camisa del martes desabrochados. Ella se le acerca y le dice que por favor, que no entiende, que quiere saber, que quiere ayudarlo. El levanta la cabeza con un movimiento irritado, seco, letal; quiere gritarle, empujarla, escupirla. Y ¡ay por Dios! Manuel Ocampo se excita ante la idea de arrancarle la blusa y hacerle todo lo que mil santos nunca perdonarían. Mira el crucifijo, se tranquiliza, se compone. 'Querida, no es mi intención preocuparte, pero estoy trabajando en un proyecto sumamente delicado y fundamental para el bienestar de nuestra comunidad. ¿Te importaría dejarme trabajar solo?' Y Celina Ocampo, con prolijo escándalo, levanta la voz: '¡Basta de misterios, Manuel! La cocina está llena de frascos cerrados de mermelada, ¡quiero saber inmediatamente qué...cccCCCARAjo (Celina Ocampo se libera con las primeras sílabas, se censura en la última) está pasando en esta casa!'
Manuel Ocampo se siente humillado. Sin vergüenza de expresarlo, condensa su reacción en el gesto de levantar los hombros y mirar cualquier cosa que no sea la cara de su esposa. 'Es algo terrible querida...Por alguna diabólica razón cambiaron la dirección en la que las tapas de los frascos se abren'.

tregua

Se que te escondés
en mis lavadas de cara,
en el grito que implica salirme de la almohad,
el desayuno que rechazo
(todo ese circuito oficinesco de la mañana)
Me miras de reojo
cuando el día todavía es analfabeto.

Quizás querés corroer mi pertenencia,
los lugares donde piso baldosas
(a veces alfombras)
con pies de goma
medias
o
piel descalza,
queres tentarme, llevarme con
un gurú de neón para el otro lado.

Y cuando veo tu intento,
tu broma de mal gusto,
te encuentro pataleante
con tus maniobras de karateca triste
pedaleando con una nada que
consume tus tardes marketineras.
Quiero decir que te veo y
me sonrío,
me da ternura tu lucha afónica,
tus ideales desterrados por
un aparatito negro y frutal.

De última, podés fundar un Todo contra mí,
podés matarme con puñales invisibles,
conjurar los embrujos más huérfanos de toda nuestra historia,
quemarme los ojos con agua bendita.

O podés actualizar tu estado de Facebook y contarme
cuánto te importa el mundo
y cuánto te molesto yo.

Alets

Creo que te escuché aullar
tus denuncias sobre una montaña de basura,
en una noche blanca
ladrabas tus falsas miserias de
pato lastimero
con una luna cansada de ver
tu garganta roja de tanto gritar
cagadas sobre la gente
y el mundo
y la tele, los diarios,
 los vagabundos
y yo.

Un día tenía que escribir 
esta furia inmadura,
este círculo cerrado
que se abre cada tanto,
me pongo en forra y
una lava mental me
trastorna cada vértebra
y se descose mi cabeza
se tensan tus palabras bobas
en mi tímpano roto.

Quería que supieras que
tenías ojos muy lindos y
cuerpo de oso
lleno de felpa,
lleno de ácido.
Lleno de mierda.

E

-

Mirada luciérnaga activó tus sensores, 
                           despertó mi sentido                            
                          de brújula pertenencia.

 Un día el cielo espeso quiebra el espejo de los egos
y sucede que -carajo, sucede que- tus ojos,                                        
                                                         parecen un
                                                         eclipse roto.
Viento Zonda como un tajo en la cara y
despierta mi sentido nativo;
lloré cada ataque, madrepacha
me vacié de colonia cuando
el sol nuevo tejió el cielo tuyo.
Y entonces respiré Tilcara
y ahora te lloro, pero camino.

Cortazeada

No, no quise decir que escribo como Julito.

Esperaban ríos espontáneos y charlas más o menos fluídas, como si fuera posible que del rito periódico surgiera la respuesta nueva, la que vaciara la necesidad que aumentaba cada vez que coincidían. Una pregunta que se despertaba poco antes de quedarse dormidos y, entonces, hacían fuerza para mirarla de frente (estudiarla y definirse a partir del juicio); apretaban los dientes hasta que les dolía la cabeza. Eso y levantarse a lavarse un poco la cara, reconstruían el día a patadas. Y es que sólo a patadas funcionan siguiendo el esquema mientras la incógnita madre rebalsa desde otro lugar. Desde la almohada, el labio, el pelo, las peluzas abajo de la cama.

Nicolás

Quise buscar una manera de decirte cosas que en realidad ya sabés. Pensé en Julio. Después me di cuenta de que tenía las palabras en la lengua. Y escupí cursilería. 

Mis días se salvaron la noche que Buena Vista,
que mi cabeza y la tuya y la luz de una estufa nueva
conspiraron.
 En la alfombra te dije que sos una utopía inconsciente
lo escupí;
lo expliqué cuando miraste sin entender
(yo tampoco sabía)
entonces busqué la respuesta, la ví concreta:
había querido decir que  las grietas entre mis acciones y actos
empezaban a llenarse con materia nueva:
un papel y un lápiz consumido (pero tan vivo en tu mano al verte escribir),
la ternura fumada en pipa de vidrio,
sábanas nuevas por mi visita.
Todos indicios de la utopía
nunca construída por mis mil cabezas,
sentencias de la perpetuidad divina
que implica querer ver cómo te arrugás dentro de cien años.
Es eso: verte, de lejos, de cerca, siempre buscarte en cualquier cosa.
Y es que mi buena suerte se resume en
encontrarte en la búsqueda azarosa:
los puntos aleatorios siguen convergiendo sin ser orientados,
su libertad sigue poniéndote en la alfombra
y mi cabeza
tu cabeza
la estufa
el lápiz que nos escribe.
Me ahogué en mi propia savia bruta sin saber nadarme.
Ahora me salvo; ahora me sumerjo, me inundo;
esa es la incoherencia con la que camino mi tiempo.
Desiertos son los ríos que deberían brotar para sanar y
darle paso al caudal de mi savia bruta.
(salvarme en la superficie, ahogarme, nadar, sumergirme)

Fotografía cotidiana I

Un rato después de defender a muerte a Borges frente a Cortázar metamorfosea y chorrea barrio. Entra en los chinos y le tira al carnicero 'qué haces loco?'. El tabaco contrasta con la pipa de vidrio que compró porque 'es más infantil' y así es todo. El ruloso que no tiene dos medias iguales se le impone como autoridad a la misma perra que destruyó el sillón porque no le puso límites. Y qué límites pueden dibujarse si cuando el filósofo (que inventa el destino de las personas que bajan del colectivo) te mira y te atraviesa en dos segundos la conjunción de lo que se sabe, se quiere y necesita.

Mamarracho

Pienso que sos una especie de dios azteca (no como los españoles malditos). Y en el segundo siguiente, cuando cachivacheas, creo que estás naciendo (no como el sol, que es una estrella sobrevalorada e inconstante) y que haces nacer, que le das paso a algo que nunca iba a caminar. Y con vos siempre es de noche.

Fotografía X

El terciopelo rojo se pliega en la butaca. Los movimientos son jerarcas inseguros: muslos que sofocan, uñas que se clavan, tendón que se tensa. Es Tristán e Isolda y en los palcos privilegiados -sostenidos por los gallineros de los pobres- el perfume es pesado y las risas un insulto. Capitel que oscurece, escenario que se enciende; instante de fuga para Amalia Echeverría y un sombrero se interpone cortando la figura. Respiración histérica. Acto II, catarro debajo de un bigote interrumpe. Amalia Echeverría siente sus cuidados elitistas resbalársele, siente las estructuras desmoronadas. Arrebato convulso: costura que se desgarra. Amalia Echeverría salta de la butaca rasguñándose la piel desnuda. Peinado se desarma, espectadores que se quejan, amigos preocupados. Y Amalia Echeverría: ¡Hijos de puta!, la libera. Opresión en el pecho, collar que se desarma, perlas caen en el gallinero.

Un puente que trastea un Occidente maltratado

Salvador Montealbán se retuerce en su cama. Transpira ahogado en bilis porque se está muriendo. Carajo, no le queda mucho tiempo. ¿Quizás paños húmedos, doctor? Cállense lo están aturdiendo. Padre nuestro que estás en el cielo sant. Ificado sea tu nombre, venga a nosotr. ¿Debería unirme al coro?  Os tu reino. Hágase tu voluntad en la Tierra como en el cie. Patético, egoísta   …    .   Hijo de puta, nunca reza. Es importante que reces, Joaquín.  Se muere lo mismo. No discutan, la fiebre empeoró. Dos horas máximo, aumentando la dosis sufriría menos.  Ay mi hijito, resistí vos que sos tan valiente. La virgencita me lo cura seguro.  Arminda Montealbán se persigna –esta vez cree que sí, que se levanta de la cama sano y contento- . Fuerza mi señora, vamos, le preparo un tesito. Ojalá esissstiera algún yuyo curador.  Soledad, dejá de llorar un poco querés. Pendeja, me pone histérico; de todas formas volvió más crecidita de Arequito…Quizás la semana que viene.  Señores, calma por favor. ¡Está sangrando! Ay mi nene, ¡resistí!  Dios mío. Se está ahogando, salí de ahí, no lo toques. ¡Callate de una vez Joaquín! Ay mi hermanito; los ojos se le ponen como de perro.  Terminala primo, es difícil para todos. Porteño interesado, nada más que por la herencia; se vino desde allá por la guita; payaso. Salvador Montealbán convulsiona. Permítame señora, no lo agarre, es peor. Está en las últimas, pobre gente; estarán devastados como para pagarme hoy.  Che Talita, traete unas toallas, dale. Mierda tanta sangre. Sí señor Joaquín, ya está el té señora. ¡Mierda de té, mi chiquito se muere!  … . Lo dejo al costadito de la mesa, señora Arminda. Se va a enfriar y la agüita anda faltando.  ¡Mamita, Salva se nos muere! Se puso blanco, ¡se puso blanco! ¡Dios  Santo, hijo, hijo contestame, corazón, hablale a mamita! Señora…Dos minutos más. Calculo que a las once ya estoy libre para el consultorio. Cerrá la ventana Talita, pasame las toallas, dale.Qué fresco se puso.
  Salvador Montealbán dice sus últimas palabras como descosiéndose: 'un puente que trastea un Occidente maltratado…' . Lanza un último vómito, esta vez, con menos fuerza y más esfuerzo –y es que el asco es inminente.
Mi hijo. Salva…hermanito. ¿Cuánto debería esperar para encarar el tema de la paga? Se fue con la misma cara que el viejo; la vieja y Soledad no lo van a poder soportar. Mejor me llevo el té y meto en la cocina. Qué lástima, che; era un buen pibe.
Se quedan callados para afuera. Salvador Montealbán está muerto, no saben lo que quiso decir. Las mujeres lloran al lado del cuerpo; los hombres empiezan el juego de pulgares cabizbajo. Nadie entiende una mierda. 

Caudal de contraluz

Caleidoscopiarte es tu acto multiplicado.

No existen secuencias, el todo uniforme,
           la imitación que empieza a brotar .


Las palabras son pocas o no definen,
                                no alcanzan ni limitan,

                                              no significan;
        proyectarme en mis espejos es

                  tus actos
       perpetuos,
                                          lumínicos,
            reflejándose como caudal y torrente
     que desborda y nunca agota,

es redundancia divina irrigando mi cuerpo.

Reflexión de Manuel Ocampo en tres minutos

Sábanas limpias de por medio, Celina Ocampo le saca a golpes el sueño pesado a los almohadones, entonces Manuel Ocampo aparece como un aviso en el espejo de la habitación; el reflejo de su esposa le sonríe: las perlas le coronan el pecho desafiando el límite de sus clavículas. Todavía es joven, es decir, no plenamente joven; los impulsos adolescentes se pudrieron por encierro y falta de uso. La imagen que Celina Ocampo proyecta en el espejo corresponde al interior pulcro y acomodado por el que se deshace todos los días.
Si Celina se angustia un poco por las guerras o la crueldad de los hombres que le ofrece el noticiero, tuerce los labios y consecutivamente inclina la cabeza con ojos cerrados y emite el sonido que se hace cuando no se sabe qué decir. Su manifestación es absurda en su mundo de teléfonos blancos y radioteatro a las siete, donde todos sus personajes creen adivinar los pasos maestros ya calculados.
No hay margen para el error, y es que el error es algo tan lejano que ni margen existe. La falla se vuelve utópica para Manuel Ocampo; de sus entrañas surge osada la propuesta y en un grito que se pronuncia susurro en el oído de su esposa: Querida, ¡hoy no almorzaremos a las doce y cuarto, tampoco lavarás los platos a la una! ¿Sabes por qué? ¡Cambiaremos de lugar las sillas del comedor y eso tomará un buen rato!

San Juan durmiendo

Te salpican de noche los astros que nadan tu espalda; bailan oriundos del Mandala testigo de tu cuerpo. El contraste circular como un tajo de luz de lámpara real. La apago y mi centro converge en la pureza, ahora muda.
 Busco la idea que
me convierta en sombra gerundia
viajando la pared de arterias desgarradas que
brotan sangre abecedaria.

Pero el ventilador rueda ánimos anónimos que
renuncian al descanso que
recorta la luz en mis hombros y cuello desnudos.

Sidney Bechet se consume en mi escritura,
en mis dolores de cabeza,
en la epilepsia de mis ideas que no contrastan:
de ellas no nacen sombras gerundias
y yo que sigo buscando porque
me brota la sangre abecedaria.