El terciopelo rojo se pliega en la butaca. Los movimientos son jerarcas inseguros: muslos que sofocan, uñas que se clavan, tendón que se tensa. Es Tristán e Isolda y en los palcos privilegiados -sostenidos por los gallineros de los pobres- el perfume es pesado y las risas un insulto. Capitel que oscurece, escenario que se enciende; instante de fuga para Amalia Echeverría y un sombrero se interpone cortando la figura. Respiración histérica. Acto II, catarro debajo de un bigote interrumpe. Amalia Echeverría siente sus cuidados elitistas resbalársele, siente las estructuras desmoronadas. Arrebato convulso: costura que se desgarra. Amalia Echeverría salta de la butaca rasguñándose la piel desnuda. Peinado se desarma, espectadores que se quejan, amigos preocupados. Y Amalia Echeverría: ¡Hijos de puta!, la libera. Opresión en el pecho, collar que se desarma, perlas caen en el gallinero.
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