Apenas llovía cuando se dio cuenta que su pasión por escribir residía solamente en la comodidad de sillón al sentir que, al menos una vez, seguía un patrón que ya habían seguido tantos otros. Entonces la ciudad se desnudó y se mostró como ciudad, el viaje en colectivo fue sólamente eso y él estaba empapado por agua que caía del cielo y nada más. Entre todas esas cosas no había más espacio para nuevas interpretaciones o giros metafóricos. El cambio de valores, de literario a literal, le parecía justo ahora que era un hombre que creía escribir y que cruzaba la calle sin paraguas, abajo de una lluvia más fuerte.
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