Toros

Tres hombres en una esquina
sostienen sus cascos
-de estética dramaturga-
minotáuricos.
Se ríen de la propia torpeza condicionada
por el peso de sus cabezas;
se balancean por ellas, pierden el equilibrio;
¡El mareo! Vomitan por ellas
bilis ácida en el cordón de la vereda.
Son tres toros bobos: estúpidos del cuello para abajo.
Los machos estrogenados son leudantes -al principio-
cuando otro miembro aparece en el grupo:
inflan el pecho como palomos malevos.
Pero en realidad, son macanudos.
De palomos tienen la plaza gris,
arquitectura que dibuja el acelere
de los hombres normales, mortales,
que,
a su manera,
son vacas criadas para darle
de
comer
a
otro
se celebran dionisíacas 

mutilando sus miembros
que caen enmierdándose de palomas
y ruidos de tren

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