Palermo-Napoli II


(Cuando la luna estaba naranja)

Es como de golpe aparecerme en una historia que se de memoria. Es tranquila y la se de memoria. Cómo no saberla si yo me escribo fuera de mí, me reconozco en vista panorámica, por poco tiempo, para caer en una viñeta común. Es la mía y me siento ajena. Es que siempre necesito sumergirme en este mar que me devuelve pura y desorientada.
Los escucho hablar, es otro idioma. Te juro que escucho repetir palabras que no entiendo. Se que es un vaivén entre mi reflejo y la cosa, pero ya no reconozco el espejo.
El pelo no me deja en paz y el barco hace un ruido terrible. Debo ser una linda imagen para ver: a veces me encantaría verme desde afuera y ver que cumplo los caprichos de lo-que-me-gustaría ser. Pero no soy sólo reflejo, me lo juro. En todo caso prefiero desdibujarme en constantes laberínticas para ser ninguna y todas las cosas. Creo que pierdo cuando me defino (y me encuentro cuando me pierdo). Quizás otro tendría que definirme y así podría ser miles siempre, pero no creo creer en otro si todavía no tracé el contorno, no esbocé límites; si todavía no me hice cargo de un yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario