No, no quise decir que escribo como Julito.
Esperaban ríos espontáneos y charlas más o menos fluídas, como si fuera posible que del rito periódico surgiera la respuesta nueva, la que vaciara la necesidad que aumentaba cada vez que coincidían. Una pregunta que se despertaba poco antes de quedarse dormidos y, entonces, hacían fuerza para mirarla de frente (estudiarla y definirse a partir del juicio); apretaban los dientes hasta que les dolía la cabeza. Eso y levantarse a lavarse un poco la cara, reconstruían el día a patadas. Y es que sólo a patadas funcionan siguiendo el esquema mientras la incógnita madre rebalsa desde otro lugar. Desde la almohada, el labio, el pelo, las peluzas abajo de la cama.
Esperaban ríos espontáneos y charlas más o menos fluídas, como si fuera posible que del rito periódico surgiera la respuesta nueva, la que vaciara la necesidad que aumentaba cada vez que coincidían. Una pregunta que se despertaba poco antes de quedarse dormidos y, entonces, hacían fuerza para mirarla de frente (estudiarla y definirse a partir del juicio); apretaban los dientes hasta que les dolía la cabeza. Eso y levantarse a lavarse un poco la cara, reconstruían el día a patadas. Y es que sólo a patadas funcionan siguiendo el esquema mientras la incógnita madre rebalsa desde otro lugar. Desde la almohada, el labio, el pelo, las peluzas abajo de la cama.
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