Lo último que querías era que una empleada anónima de servicios fúnebres te pusiera tu mejor vestido, justo a vos que nunca fuiste anónima. Pisoteabas el bajo perfil con zapatos de taco alto caminando cuatro kilómetros hasta la fábrica, encarnando el orgullo en mujer, pensabas. Estoy segura de haber heredado tu cola y tus ganas de decir todo lo que pensas: il culo Piazza e il sangue partigiano.
Supongo que hoy tachaste todas las cosas de tu lista y, lo último, lo tacho yo por vos.
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