Monólogo I

No me alcanza para algo más lindo y la minita se queja...y que se yo son cuatro paredes y media porque a una la hizo mierda la humedad, para mi está bien.
A la mañana dejo los guantes y las zapatillas en la ventana para que a la noche no estén húmedos, eso lo aprendí viendo la pared esa que se cae de a cachos. Además yo soy un tipo muy limpio: guantes blancos, las zapatillas las cambio una vez por año y si me va bien me alquilo el cuarto este casi todos los días. Mi viejo me dijo toda su vida que los guantes blancos eran de puto, que parecía una trola que de noche se sacaba las botas esas con taco viste, y se las ponía en las manos. Está bien, yo lo entiendo al viejo. Nos entendíamos bien, conocíamos el límite. Bueno que se yo, sí, un par de veces lo cagué a piñas...pero era cuando yo tomaba, cuando había dejado de pelear todas las semanas. Ganaba y pum, me la tomaba toda la guita. Después conocí a Vivi y me voló la cabeza. Largué todo. La pelea, el faso, las putas, todo...te digo que todo. ¡Hasta garpaba el boleto boludo! Y bueno la forra después se enamoró de un putito que trabaja en la administración del tren. Viste, garpo boleto y me bajan a mi mujer. Porque era mi mujer y seguro todavía piensa en mí la hija de puta, estoy seguro. Que se yo...me dejó porque decía que yo era un violento y no viste, la verdad que no, pero cuando te rompen los huevos con que el jabón tiene pelos, con que buscate un laburo, hablá bien, no te cagues en el cine...¡aguantá loca! Hasta la llevaba al cine, era mi reina. Pero la puta me dejó un día que me fuí de mambo y le dí una piña a la pared. La que estaba hecha pelota, entonces la cosa se empezó como a desarmar y yo con la mano rota... esa noche no me dejaron pelear por no sé qué pelotudez de seguridad, todos forros.
Un pájaro me cagó un guante, no los dejo más en la ventana y más vale que esta burguesa pelotuda cierre el culo con que el cuarto está sucio porque hoy mismo lo tiro todo abajo y, ahí sí que no peleo nunca más.

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