Parecía que todo se disponía cuando distraídamente predía un cigarrillo o destruía algún papelito soporte de algún viejo escrito mientras entraba en un café. Cuando no estaba dispuesto a dejarse caer en la vertiente que es pensar, las metáforas le caían de arriba como gotas. Todo ese ejercicio mental que había hecho antes creyendo inmediato y después de un rato, inútil, aparecía como un eco y se condensaba en los actos cotidianos. Entonces no, no podía escaparse de ese mandala. Lla acción de pedirle caña a la moza y el verbo que lo empapaba cuando veía al hombre de la mesa de al lado gritar un par de goles, encontraba en esa intersección unas palabras que alguna vez había leído: 'Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose'.

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