es de noche por otoño
esquivo
paseos de perros
guevaristas
estudiantes
parejitas
Al final Ayacucho
me expulsa a la avenida,
un parto seco que no entiendo.
No sé cómo
aguanté
seis o treinta horas,
no sé cuándo
desarrollé esta capacidad
de nadar entre la gente
y estudiantes de Económicas.

II
Me acuerdo del santiagueño que me dijo
que para escribir un poema
tenía que tener el ''corazón roto''.
La ciudad, la jornada,
me rompió el corazón y el orto
de una sola estocada.
Con la boca de subte que anochece
me alcanza para el poema.

III
Soy una especie de Rambo sensible
que vuelve a la casa después de
esquivar el molinete del subte
y darle un codazo en la espalda
a una cheta al mismo tiempo.

Me torean como náusea
las ganas de llorar
si pienso en todos los pasajeros
llegando a sus casas.

IV
Qué divertido debe ser
trabajar de tejedor,
del que teje la imagen del 161
estrellándose un poquito
en el espejo del auto
del tipo que estacionó a
un metro del cordón.
Que me tejan una red de contención
por favor,
no quiero escribir un poema
sobre ésto.


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